jueves, 21 de abril de 2016

21 de Abril de 1822

21 DE ABRIL DE 1822
CAMPOS DE RIOBAMBA: TUMBA DE LA CABALLERÍA REALISTA
"Los hombres modernos, para ser fuertes, sabios y grandes, evocan la fuerza, la sabiduría y la grandeza de quienes tremolaron por divisa el valor, el honor y la libertad.
Evocan la memoria de aquellos héroes que, al impulso del patriotismo y en su anhelo de libertad, acudieron vehementes a la cita: el campo de batalla.
¿Fue la reina y la dama? La lanza y la pólvora.

¿Fue la quimera? El estruendo, el caballo y la sangre. El rodar constante por tierras extrañas, en pos del enemigo, en amor del ensueño y en defensa del hermano.

¿ Fue el ideal ? La América independiente. Legar a la posteridad un nombre, una historia y una patria. Ingresar en el concierto de las naciones libres.

Y acudieron puntuales a la cita: guerreros de ojos turbios y desafiantes, tostados por el sol de las pampas argentinas; hijos de la Argentina, Chile, Perú, Venezuela y de Colombia, de corazón ardiente y pecho generoso, soldados de la costa y de los valles y cimas de nuestros Andes.
TODOS ESTUVIERON AQUÍ.
Y las nubes inverneras, en una fecha como esta, presenciaron la escena.

Repitamos con el poeta: "Es así como se trenza la grandiosa afluencia de los hombres de una casta, que cobije la rotonda del gran templo que elevaron las repúblicas hispanas; sobre el bíblico evangelio de los Andes, con las manos temblorosas colocadas, juren todos los latinos de América, componer un gran collar, sólo una patria".
La lid, es verdad, fue contra la madre España, pero por culpa de sus tiranos: frescas estuvieron las atrocidades de Sámano, y luego de Payol, que colgaba a los patriotas en las rejas de las ventanas de Santo Domingo —hoy parque Sucre— para hacerlos matar a pequeñas lanzadas; fresco y palpitante el recuerdo de la caballería española, que pasaba por encima de las cabezas de nuestros infortunados conterráneos; y estremecía la narración de crímenes y atropellos; y por eso surgió el espíritu de rebelión, el imperativo de libertad.
Pero después de la contienda, la sangre de la raza vibró en los pueblos americanos, y renació el afecto y el cariño hacia nuestra sacratísima genitora, la madre España; nos liga hacia ella el idioma: el caudal de imágenes y el efluvio de sonidos que encadenan a los hombres a través de mares y continentes.
La sangre se enardece, y es la sangre que corrió por las venas del Cid, de Hernán Cortés y de Pizarro: la misma sangre que dio bríos a Sucre, Lavalle e Ibarra; la misma que funde el abrazo de la América Latina con España.
Sólo que aquella sangre europea, mezclada con la sangre americana, engendró un nuevo germen, fructífero como nuestro campos vírgenes, pujante como la lava, rebelde como una catarata y vigorosos como el Amazonas; es la raza que ahora rinde culto a sus prohombres y a sus héroes, la fecundadora de las repúblicas hispanas, que deslumbran por su poder y por su fuerza; y esta nueva raza se simboliza en la batalla del 21 de Abril de 1822, en donde combatieron soldados del norte y del sur, del oriente y del poniente.
Aquí estuvo Sucre, el genio de la guerra, que, con Bolívar, San Martín y 0'Higgins, fueron creadores de patrias y conductores de muchedumbres; Lavalle, el brazo que sintetiza el pensamiento, que se lanza a la pelea como un rayo, que enardece, ofusca, derrota y triunfa; Ibarra, quien solía arengar a sus compañeros: "Ahora, hijos míos, o patriotas vencedores o patriotas muertos, pero con honra"; Abdón Calderón, el héroe-niño ecuatoriano, realizando proezas, en la Tercera Compañía del batallón Yaguachi; y tan grandes hombres, cruzaron por este suelo: aquí estuvieron, y aquí vengaron los desastres de los Huachis y la hecatombe de Tanizahua, aquí renacieron las esperanzas de libertad; aquí se coronó uno de les triunfos más diamantinos de la Historia Patria; aquí, en Riobamba, sucumbió para siempre la caballería realista, la principal arma de esa época; aquí sacrificaron sus vidas Franco y Aguilera, para pasar a la posteridad; aquí se cubrió de gloria el Ejército Republicano y el Coloso de los Andes, el Chimborazo, el Rey de los Montes, según la frase de Olmedo, "inclinó su frente para saludar el paso del vencedor"; y aquí se escribió, con caracteres indelebles, una excelsa página de nuestra historia.
Conforme la opinión del historiador Ramón Aspurúa, la brillante función de armas de Riobamba fue la infalible precursora de la campal batalla de Pichincha, gloriosa cuna de la libertad ecuatoriana.
Lavalle, a la cabeza de su escuadrón de 96 granaderos, hizo alarde de astucia y acometividad, y mereció que el Libertador Bolívar, en el Art. 6o del decreto concediendo recompensas por la Batalla de Pichincha y que firmó en Quito el 18 de Junio de 1822, dispusiera que el intrépido escuadrón argentino llevara el nombre de GRANADEROS DE RIOBAMBA; con este calificativo juzgó el Libertador concederles el mayor honor que podíase obtener en aquella época de legendarias epopeyas.
La República del Perú, por decreto de 7 de junio de1822,. premió con un escudo de honor al escuadrón argentino de Granaderos a Caballo y a muchos patriotas de la Gran Colombia, con esta inscripción: EL PERÚ AL HEROICO VALOR EN RIOBAMBA.
Según Camilo Destruge, la acción de armas de Riobamba es sólo comparable a la célebre hazaña de Páez en las Queseras, porque en ambas victorias los libertadores tocaron al cénit de la gloria y del renombre.
Ibarra se hizo acreedor a peculiares demostraciones honoríficas y a los más significativos encomios del general en jefe, el aún no Mariscal Antonio José de Sucre.
Por las calles de Riobamba se luchó cuerpo a cuerpo, desplegando los republicanos un valor temerario, y sus muros se estremecieron al choque de las lanzas y al furor de los combatientes.
En este campo desapareció y fue aniquilada la potente caballería realista, quedando incapacitada para la Batalla de Pichincha, en donde ya no figuró ni pudo actuar.
El 21 de Abril de 1822. He aquí la maravillosa proeza de nuestros padres.
Antes y después del 10 de 1809 y del 9 de Octubre de 1820, todo fue fracaso para los indomables patriotas, porque no debemos acordarnos de victorias insignificantes, sino de los hechos que señalan el cambio radical de la historia de una época; sólo con la batalla de Riobamba logró afianzarse el ideal de independencia, derrotado en las llanuras de Huachi y en los desfiladeros de Tanizahua, en cuyos fatídicos lugares el General González y el Presidente Aymerich conquistaron laureles para las armas españolas, y sólo después de esta trascendental hazaña se consiguió reunir, en el trayecto de Loja hasta Quito, un entusiasta ejército de tres mil hombres, que coronó la independencia de esta sección de América, con la final batalla de Pichincha, del 24 de Mayo de 1822, o sea, un mes más tarde; y esto estaba decretado —claro está— como lógica con­secuencia del 21 de Abril, en Riobamba, cuando los realistas comprendieron por primera vez el poder del genio militar de Sucre y del valor de Lavalle, Ibarra y Abdón Calderón, que encarnaba al soldado del sur de la Gran Colombia.
Así como estos pueblos se estremecieron por el terror que sembraron los realistas, así también ellos se estremecieron ante la pujanza de los guerreros libertadores de Riobamba.
Aquí estaba, como una fiera desenjaulada, el ínclito Lavalle, de quien decía Bolívar que era necesario tenerle como a un león encadenado, para sólo lanzarlo libre a la hora del combate, por su temperamento altanero, belicoso y rebelde, que no comprendía la vida sin lucha, y por su fama de temerario, que, ante su impetuosidad, precipitaba en fuga al enemigo y atraía el laurel de la victoria.
Aquí estaba Ibarra, el fiel compañero del Libertador, unidos para siempre, cuyos restos reposan al pie de su mausoleo en Caracas, con una modesta lápida que reza así: "UNIDOS EN LA VIDA, UNIDOS EN LA TUMBA, UNIDOS EN LA INMORTALIDAD".
Aquí estuvo Abdón Calderón, que por su brillante actuación mereció una mención honorífica del general Sucre, muriendo después gloriosamente en Pichincha y llegando a ser el héroe predilecto de los ecuatorianos.
Y en la batalla de Riobamba se fundieron los nombres de estos padres de América, de Sucre, Lavalle e Ibarra, tres figuras que descuellan en la historia, por su innata caballerosidad y por su gallarda bizarría.
Bajo el cielo de Riobamba repercutió el beso entre hermanos, la fraternidad hispanoamericana; y bajo este mismo cielo, todos comulguemos con la hostia del patriotismo y con el himno de la gratitud: que siga siendo el 21 de Abril la base de nuestra futura grandeza; que sea la batalla de Riobamba el abrazo entre ecuatorianos, peruanos, venezolanos, colombianos, chilenos y argentinos, de todo el mundo latino; que sea la insignia de la Gran Colombia y el suntuoso y expresivo altar de la Patria."

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